Descripción
El maestro Lidio Ribeiro me ha pedido una introducción para su libro Axiología educativa, una vision nacional. He vacilado en escribir algo, mas no por falta de simpatía al autor o al texto. A pesar de su origen extranjero, es ya un mexicano; como tal piensa, como tal ama a este país. Su texto, asimismo, respira el dolor de sus carencias, la vehemencia y optimismo de su potencialidad. Pero ¿que puedo decir acerca de un discurso tan bien nutrido, qué poner en el que no sea un pequeño guijarro que acaso le estorbe para levantar su vuelo?
Advierto en el libro animación reflexiva y gusto por lo concreto. La educación es un territorio difícil : una estera de zarzas. Nos preocupa a todos : ciudadanos padres de familia , jóvenes angustiados por el porvenir, políticos profesionales que apetecen el voto de las mayorías. Pocos aciertan en formular diagnósticos y propuestas inteligentes o simplemente sensatos. En su mayoría, las opiniones educativas se pierden; se aferran a credos, a prejuicios, se perciben entre el salto y la caída; son portadores de miserias morales, de pragmatismos confusos. Pero Ribeiro, pedagogo bien plantado, que conoce nuestra historia y nuestra sensibilidad, va al grano, hiere como sal viva sobre una llaga.
Ciertamente en el vértigo de estas horas, expresar la necesidad de educación a secas, desnuda, sin una investidura axiológica, significa abandonarla en un mundo de tinieblas. Educar es eliminar la razón y la emoción, arraigarla en lo propio sin desconocer el amplio horizonte de la universidad a la que pertenecemos, querámoslo o no ; y es, también, infundirle ese soplo de eticidad, de valores que no habitan en el firmamento, lejos de nosotros, sino, por el contrario, están en la sangre no obstante la pobre estimación que solemos mostrar sobre nosotros mismos y la obstinada contemplación de nuestros defectos y vicios.
Entre millones, sólo un puñado es renuente a la laicidad; sólo unos cuantos sectarios quisieran levantar un muro envenenado contra los valores democráticos, esos mimos que nos permiten, al menos, sobrevivr mediocremente.