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El concepto mínimo de muerte, acuñado por Susana Monsó, ha suscitado un debate filosófico a nivel internacional.

Susana Monsó Sabia 22 | Filósofa de la mente animal "La mayoría de los animales que nos comemos siente y padece"

Con motivo de nuestro 35 aniversario y en colaboración con la Fundación BBVA, hablamos esta semana con la mujer cuyo interés por meterse en la cabeza de otras especies la ha llevado a explorar nuevos territorios de la filosofía, como el de la tanatología comparada, que estudia cómo reaccionan los animales ante la muerte. Tras esta charla, el lector verá a las orcas, a su mascota y a sí mismo de otra manera...

Por Carlos Manuel Sánchez

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Sábado, 24 de Septiembre de 2022, 10:16

Tiempo de lectura:5 min.

Sienten algo las hormigas moribundas que asisten a su propio entierro cuando sus compañeras las expulsan del hormiguero para evitar infecciones? Es una pregunta que se hace Susana Monsó (Madrid, 1988) y que la ha llevado a especializarse en tanatología comparada, que estudia cómo reaccionan ante la muerte las distintas especies. Tras pasar varios años formándose e investigando en Reino Unido y Austria, ha vuelto a España. Profesora de la UNED, imparte una asignatura novedosa: Filosofía de la Mente Animal. Ha publicado La zarigüeya de Schrödinger: cómo viven y entienden la muerte los animales (Plaza y Valdés).

XLSemanal. Hay más interés que nunca en leer la mente de los animales: laboratorios que aplican inteligencia artificial para traducir la lengua de ballenas, topos, grajos... Incluso confían en conversar con ellos. Pero también hay escépticos...

Susana Monsó. Hay dos corrientes. Una de ellas justifica el uso que hacemos de los animales tratando de encontrar una característica definitoria del ser humano que nos separe del resto de las especies. Y otra, donde me encuadro, tiende puentes para mostrar que los humanos solo somos una especie más.

XL. ¿Compartimos sentimientos?

S.M. Desde luego, la mayoría de los animales que nos comemos siente y padece. Sin embargo, los animales no son un todo homogéneo. Hay 30.000 especies de peces, pero pensamos en ellos como si todos tuvieran el mismo tipo de cerebro. A partir del momento en que un animal puede experimentar dolor, sabemos que lo que le ocurre, le importa. Y le debemos una consideración moral.

XL. Ya, pero, cuando hablamos de sentir, solemos diferenciar entre sensaciones básicas, como el placer y el dolor; emociones, como la alegría; y sentimientos más complejos: amor, compasión...

S.M. No creo que haya una verdad absoluta porque hay distintas clasificaciones. Hay animales que experimentan ciertas emociones y otras no. Algunos sentimientos quizá sean específicos del ser humano. Y otros, como el duelo, son objeto de debate.
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POR QUÉ PASARÁ A LA HISTORIA La mortalidad es una idea que se creía exclusiva del ser humano, pero hay animales que también pueden entender que un cuerpo deja de funcionar de manera irreversible. Es el concepto mínimo de muerte, acuñado por Monsó, y que ha suscitado un debate filosófico a nivel internacional.

XL. En su libro cita el ejemplo de una orca que es incapaz de desprenderse de su cría muerta. ¿Es un ejemplo de duelo?

S.M. Si no es duelo, se le parece mucho. Esa orca acababa de dar a luz a su bebé, que muere a las pocas horas. Y lo transporta durante 17 días y más de mil millas. Es un animal, además, que no tiene brazos, y no le es nada fácil.

XL. ¿Pero cómo sabemos que lo hace porque le duele perder a su cría y no por otra razón?

S.M. No sabemos qué le pasa por la cabeza, pero tenemos indicios: las orcas son animales muy sociales y con fuertes vínculos entre madre e hijo. También les pasa a los primates no humanos.

XL. Y a los humanos. Yo tengo en mi despacho las cenizas de mi perro. ¿Nuestras mascotas nos pueden enseñar algo que no sepamos sobre la muerte?

S.M. Nos enseñan que es algo natural. Al final, todos somos cuerpos que acaban por romperse. Es paradójico que el ser humano sea el animal con una noción más compleja de la muerte, pero es el que peor la lleva. Los que pasamos por el trance de ver morir a nuestra mascota tenemos la oportunidad de reflexionar sobre el valor de una buena muerte.

XL. Usted sostiene que un animal entiende la diferencia entre un ser vivo y otro muerto. ¿Pero es consciente de su propia mortalidad?

S.M. Si ha visto a muchos de su especie morir a manos de determinados depredadores, puede llegar a concebir que aquello le puede pasar a él también, pero que puede librarse si no se los encuentra. Los humanos sabemos que vamos a morir porque nos lo han contado. Los animales aprenden basándose en sus propias experiencias.

XL. La zarigüeya se hace la muerta: confía en que sus depredadores pasen de largo porque comer carroña es peligroso. ¿Esto nos indica que es capaz de elucubrar sobre lo que piensa otro animal?

S.M. No exactamente. Es un mecanismo de defensa automático. Lo más probable es que no sepa lo que hace, como nosotros cuando se nos dilatan las pupilas o se nos eriza el pelo. Pero es un comportamiento muy complejo. Pone cara de muerta, sus funciones se reducen al mínimo, excreta un líquido pestilente... La zarigüeya intenta ser un cadáver convincente, pero es el depredador el que origina esa conducta, que perdura porque ha tenido éxito evolutivamente.
«La superioridad es relativa. Hay pájaros que recuerdan dos mil sitios donde pusieron las semillas y yo no me acuerdo de dónde tengo las llaves»

XL. Usted defiende que somos un animal que no acepta su animalidad. De hecho, la civilización se empeña en borrarla para facilitar la convivencia...

S.M. Que seamos animales no quiere decir que nos tengamos que comportar de una manera antisocial. En muchísimas especies salvajes hay normas que llevan a la convivencia. Y nuestra especie se caracteriza por necesitar la cooperación para sobrevivir. Es al revés: si aceptamos que somos animales, cooperaremos más. Nuestros bebés necesitan una tribu. Inventaríamos mejores mecanismos de conciliación.

XL. Le cuento un chiste de psicólogos conductistas: un perro de Pavlov le dice a otro: «Mira, solo tengo que salivar y se pone a anotar en el cuaderno». ¿Nos creemos los más listos y, en realidad, nos manipulan?

S.M. [Ríe]. ¡Los perros y los gatos nos tienen totalmente domesticados! Son animales que se lo han montado muy bien; no tienen que hacer gran cosa a cambio de comida y cuidados. La superioridad siempre es relativa. ¿Somos los animales que mejor leen poesía? Pues sí. Pero hay muchos animales que ven millones de colores que no vemos; y otros perciben los campos electromagnéticos. Hay pájaros que se acuerdan de 2000 sitios donde pusieron semillas y yo no me acuerdo de dónde tengo las llaves.

XL. Durante mucho tiempo, los filósofos han estado al margen de las cuestiones prácticas. ¿Por qué ahora hay tanta demanda?

S.M. De entrada, no creo que los filósofos hayan estado al margen. Pero sí es verdad que hoy estamos de moda porque nos estamos enfrentando a muchos retos que nos superan y que han venido con la globalización, la tecnología, la bioética...

XL. ¿Era así cuando empezó a estudiar en la universidad?

S.M. No. En aquella época, los profesores te decían que la filosofía tenía que ser un saber inútil o se corrompía. Era el saber por el saber. Pero desde entonces ha habido una gran renovación. En otros países, la filosofía no se ha entendido así. En el King's College de Londres, donde estudié también, la filosofía se concibe como un diálogo con los problemas del mundo. Allí es muy común que los políticos estudien el grado en Filosofía, Política y Economía.

XL. ¿Cómo ve el esfuerzo legislativo por el bienestar de los animales?

S.M. Se hacen progresos, pero aún estamos lejos de otros países europeos. Para respetar a los animales, lo primero que tenemos que hacer es verlos; no esconder su sufrimiento.

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Fuente original: https://www.elcorreo.com/xlsemanal/personajes/susana-monso-filosofa-mente-animal-sentimientos.html

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