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Deudas pendientes. La justicia entre generaciones (Plaza y Valdés / CSIC)

Desde su doble formación filosofía y economía, Irene Gómez Franco ofrece una mirada enriquecedora sobre la filosofía política contemporánea, y lo hace desde la fecundidad semántico-conceptual de una nueva categoría: la responsabilidad transgeneracional prospectiva. Este podría ser el título, si se obviara la lógica necesidad de atraer lectores, porque resume el horizonte de este soberbio trabajo publicado por Plaza y Valdés en colaboración con el CSIC.

¿Cuántas veces, fuera de un entorno académico, se discuten nuestras obligaciones morales hacia las generaciones futuras? Y no sólo a la justicia prospectiva, sino también a la justicia retrospectiva; aquella que se refiere a hacer memoria y justicia respecto a las acciones y omisiones del pasado.

Más allá de su pertinencia actual y hasta su urgencia política, la justicia intergeneracional tiene una gran relevancia filosófica, en diálogo crítico con las tradicionales teorías contractualistas y con las teorías de la justicia; por eso, Irene Gómez habla de un tipo de justicia sui generis, que pone al descubierto las limitaciones de ciertos marcos teóricos, como puede ser, el desafío que representa una justicia global.

Las teorías de la justicia tienen como gran referencia la obra de John Rawls, y su propuesta normativa para una sociedad más justa en el contexto de una democracia, que ofreció una alternativa al utilitarismo. Precisamente, la autora pone de manifiesto que la justicia intergeneracional revela los límites de esas teorías. Y lo hace acudiendo al enfoque de las capacidades (Capability approach) de Amartya Sen, que viene a corregir y ampliar la noción de justicia en el marco del bienestar y la libertad individual, y en líneas generales a ofrecer alternativas al utilitarismo y a la propuesta contractualista de Rawls, y a toda teoría que entendía el bienestar a partir de criterios basados sólo en los bienes materiales.

En pocas palabras, las capacidades son reflejo de las libertades individuales, entendidas como “la oportunidad real que tiene el ser humano para llevar el tipo de vida que tiene razones para valorar”. Referido a la justicia intergeneracional, nos permite hablar del derecho de las futuras generaciones a la igualdad de las capacidades, a que sus oportunidades reales no sean vulneradas.

En el primer capítulo, la autora sintetiza las aristas y matices que tiene la cuestión, afinando conceptos de uso y abuso, como el de responsabilidad, y dialogando con la literatura científica sobre el tema. Es en último apartado, donde se atisba aquello que sólo va a ser desplegado en el sexto capítulo: un nuevo concepto de responsabilidad (una reconceptualización) retomando su significado de compromiso con el otro, pero donde este otro, son las futuras generaciones. La antes mencionada perspectiva de las capacidades en la versión de Amartya Sen, es abordada en profundidad en el segundo capítulo, con un análisis conceptual exhaustivo regado de ejemplos históricos muy iluminadores. Además de señalar las ventajas y los límites del enfoque de las capacidades para la dimensión intergeneracional de la justicia, Irene Gómez añade una lectura crítica de la aportación de Martha Nussbaum, de carácter universalista; es decir, apuntando a una lista predeterminada de las capacidades, como base de los derechos constitucionales de todas las personas.

Todo el libro tiene un vigor práctico y es capaz de interpelarnos como ciudadanos, pero quizás es el tercer capítulo -el más extenso- el que mejor lo consigue. Titulado “Del sentido de una ética del futuro”, comienza con un ejemplo contundente acerca de la importancia de los derechos de las generaciones futuras: la catástrofe química de 1984 en Bhopal, la India (un escape de gas tóxico que ha acabado con 25000 vidas y que hoy sigue produciendo secuelas en la segunda y tercera generación de supervivientes). La interacción entre la existencia y la no existencia, es lo que va a apuntalar la autora a lo largo de 5 apartados, en los que piensa nuestra responsabilidad con relación a las capacidades de las personas del futuro. Y lo hace recorriendo parte de la tradición del pensamiento político moderno y contemporáneo, en diálogo en especial con John Rawls y Paul Ricoer, para desembocar en Sen y una noción del compromiso que nos permita entender nuestras motivaciones para preocuparnos por el bienestar de las generaciones futuras, al precio de nuestros intereses actuales.

El cuarto y quinto capítulo afinan aún más las armas conceptuales para una justicia intergeneracional, teniendo en cuenta todas las dificultades, incluyendo las que atañen a las generaciones más remotas. Finalmente, el sexto capítulo contiene esbozos de propuestas, inspiradoras porque contemplan los grandes desafíos hacia el futuro inmediato, y el séptimo y último concentra en cinco principios, una guía para pensar y corregir las injusticias intergeneracionales, atendiendo a la degradación del medio ambiente, el acceso a la educación, la responsabilidad de las instituciones que concentran mayor poder, la inclusión de diferentes perspectivas en los debates públicos y la importancia tanto de los medios como de los fines. No sólo un ejercicio académico muy riguroso, sino también un verdadero manual de futuro con toda la ambición que necesitamos en nuestra época. De hecho, así se cierra el texto: “La motivación principal de este libro es, en definitiva, el impulso a la acción política”.

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